Para acercarnos al libro, vamos a comenzar leyendo y comentando el Proemio que escribe el propio Boccaccio.
En el Proemio, el
autor expone los motivos que le llevan a escribir este libro y señala,
además, a quién se dirige especialmente, su lector modelo: las mujeres
enamoradas.
Dice que el
propósito del libro es prestar “algún alivio” y, a la vez, aportar un “útil
consejo” a aquellas mujeres que sufren por causa del amor.
Dice que le mueve
la gratitud, ya que lo mismo le ocurrió a él:
“En mi adolescencia me enamoré
perdidamente de una dama… Y sin duda habría muerto, de no haber tenido el grato
consuelo de un amigo y sus saludables consejos, y su empeño en distraerme de
mis penas, hablándome de cosas
agradables e interesantes.”
Vamos a leer y
comentar algunos fragmentos de este Proemio:
PROEMIO
(…)
Creo más conveniente ayudar a las mujeres que a los hombres, porque en sus
delicados pechos esconden pudorosamente las llamas amorosas en que se consumen…
Por otra parte, compelidas por la voluntad, los caprichos y órdenes de padres,
madres, hermanos y maridos, estas mujeres pasan la mayor parte de tiempo
encerradas en sus cámaras, sumidas en la ociosidad y el aburrimiento (…). Y
esto sin considerar que las mujeres son menos fuertes que los hombres para
resistir semejante tristeza.
El
hombre enamorado no suele sufrir parecidos tormentos, porque si alguna pena o
melancolía invade su alma, puede entregarse a la distracción y aliviar sus
fatigas, puesto que no carece nunca de libertad para pasear, oír y ver muchas
cosas, reír, cazar, pescar, cabalgar, jugar o comerciar; y así puede
expansionar su espíritu, en todo o en parte, y apartar de su mente, por lo
menos durante algún tiempo, los pensamientos enojosos de modo que tarde o
temprano alcanza algún consuelo o mitiga su tristeza.
Por
consiguiente, para que al menos por mi parte se enmiende el pecado de la
fortuna que, donde menos obligado era, tal como vemos en las delicadas mujeres,
fue más avara de ayuda, en socorro y refugio de las que aman (porque a las
otras les es bastante la aguja, el huso y la devanadera) entiendo contar cien
cuentos, o fábulas o parábolas o historias, como las queramos llamar, narradas
en diez días, como manifiestamente aparecerá, por una honrada compañía de siete
mujeres y tres jóvenes, en los pestilentes tiempos de la pasada mortandad, y
algunas canciones cantadas a su gusto por las dichas señoras.
En
los cuentos se verán casos de amor placenteros y ásperos, así como otros
azarosos acontecimientos sucedidos tanto en los modernos tiempos como en los
antiguos; de los cuales, las ya dichas mujeres que los lean, a la par podrán
tomar en las cosas deleitosas mostradas solaz y útil consejo, por lo que podrán
conocer qué ha de ser huido e igualmente qué ha de ser seguido: cosas que sin
que se les pase el dolor no creo que puedan suceder. Y si ello sucede, que
quiera Dios que así sea, den gracias a Amor que, librándome de sus ligaduras,
me ha concedido poder atender a sus placeres.
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