domingo, 19 de noviembre de 2017

EL DECAMERÓN: Proemio.



Para acercarnos al libro, vamos a comenzar leyendo y comentando el Proemio que escribe el propio Boccaccio.

En el Proemio, el autor expone los motivos que le llevan  a escribir este libro y señala, además, a quién se dirige especialmente, su lector modelo: las mujeres enamoradas.
Dice que el propósito del libro es prestar “algún alivio” y, a la vez, aportar un “útil consejo” a aquellas mujeres que sufren por causa del amor.
Dice que le mueve la gratitud, ya que lo mismo le ocurrió a él:  “En mi adolescencia me enamoré perdidamente de una dama… Y sin duda habría muerto, de no haber tenido el grato consuelo de un amigo y sus saludables consejos, y su empeño en distraerme de mis penas, hablándome de cosas agradables e interesantes.”

Vamos a leer y comentar algunos fragmentos de este Proemio:

PROEMIO

(…) Creo más conveniente ayudar a las mujeres que a los hombres, porque en sus delicados pechos esconden pudorosamente las llamas amorosas en que se consumen… Por otra parte, compelidas por la voluntad, los caprichos y órdenes de padres, madres, hermanos y maridos, estas mujeres pasan la mayor parte de tiempo encerradas en sus cámaras, sumidas en la ociosidad y el aburrimiento (…). Y esto sin considerar que las mujeres son menos fuertes que los hombres para resistir semejante tristeza.
El hombre enamorado no suele sufrir parecidos tormentos, porque si alguna pena o melancolía invade su alma, puede entregarse a la distracción y aliviar sus fatigas, puesto que no carece nunca de libertad para pasear, oír y ver muchas cosas, reír, cazar, pescar, cabalgar, jugar o comerciar; y así puede expansionar su espíritu, en todo o en parte, y apartar de su mente, por lo menos durante algún tiempo, los pensamientos enojosos de modo que tarde o temprano alcanza algún consuelo o mitiga su tristeza.
Por consiguiente, para que al menos por mi parte se enmiende el pecado de la fortuna que, donde menos obligado era, tal como vemos en las delicadas mujeres, fue más avara de ayuda, en socorro y refugio de las que aman (porque a las otras les es bastante la aguja, el huso y la devanadera) entiendo contar cien cuentos, o fábulas o parábolas o historias, como las queramos llamar, narradas en diez días, como manifiestamente aparecerá, por una honrada compañía de siete mujeres y tres jóvenes, en los pestilentes tiempos de la pasada mortandad, y algunas canciones cantadas a su gusto por las dichas señoras.
En los cuentos se verán casos de amor placenteros y ásperos, así como otros azarosos acontecimientos sucedidos tanto en los modernos tiempos como en los antiguos; de los cuales, las ya dichas mujeres que los lean, a la par podrán tomar en las cosas deleitosas mostradas solaz y útil consejo, por lo que podrán conocer qué ha de ser huido e igualmente qué ha de ser seguido: cosas que sin que se les pase el dolor no creo que puedan suceder. Y si ello sucede, que quiera Dios que así sea, den gracias a Amor que, librándome de sus ligaduras, me ha concedido poder atender a sus placeres.


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