lunes, 29 de junio de 2020

REFLEXIONES SOBRE LA ESCRITURA

"Sócrates temía que, por culpa de la escritura, los hombres abandonasen el esfuerzo de la propia reflexión. Sospechaba que, gracias al auxilio de las letras, se confiaría el saber a los textos y, sin el empeño de comprenderlos a fondo, bastaría con tenerlos al alcance de la mano. Y así ya no sería sabiduría propia, incorporada a nosotros e indeleble, parte del bagaje de cada uno, sino un apéndice ajeno. El argumento es agudo, y todavía nos impacta. Ahora mismo estamos inmersos en una transición tan radical como la alfabetización griega. Internet está cambiando el uso de la memoria y la mecánica misma del saber. 
Un experimento realizado en 2011 por D. M. Wegner, pionero de la psicología social, midió la capacidad de recordar de unos voluntarios. Solo la mitad de ellos sabían que los datos a retener eran guardados en un ordenador. Quienes pensaron que la información quedaba grabada, relajaron el esfuerzo por aprenderla. Los científicos denominan "efecto Google" a este fenómeno de relajación memorística. Tendemos a recordar mejor dónde se alberga un dato que el propio dato Es evidente que el conocimiento disponible es mayor que nunca, pero casi todo se almacena fuera de nuestra mente. Surgen entonces preguntas inquietantes: bajo el aluvión de datos, ¿dónde queda el saber? ¿Nuestra perezosa memoria viene a ser una agenda de direcciones donde buscar información, sin rastro de la información misma? ¿Somos en el fondo más ignorantes que nuestros memoriosos antepasados de los viejos tiempos de la oralidad?"

Irene Vallejo, El infinito en un junco, pág. 125 



¿Y vosotros, qué pensáis?

lunes, 22 de junio de 2020

ANNA AJMÁTOVA

BIOGRAFÍA

Anna Ajmátova, escritora rusa, nació tal día como hoy, 23 de junio, de 1889 en Odesa.
Empezó a escribir con solo once años. Pero su padre se opuso a ver manchado su “respetable” apellido bajo la edición de versos. Así que Anna decidió adoptar el apellido de su bisabuela tártara como pseudónimo: Ajmátova.
Le tocó vivir una época convulsa marcada por la Revolución rusa de 1917, la Segunda Guerra Mundial y la dictadura soviética, que acabó prohibiendo la publicación de su obra. A nivel personal también conoció a fondo la desgracia: su primer marido murió fusilado; el segundo murió de extenuación en un campo de trabajo del Gulag; su único hijo fue detenido varias veces, deportado a Siberia y preso durante diez años...
Todo ello acaba marcando el carácter de sus versos.



POEMAS.
De su larga obra, quiero destacar Réquiem. En este poema triste y lleno de imágenes inolvidables, describe las largas filas de mujeres delante de la cárcel de Leningrado. Al mirarse ella misma al espejo y ver su rostro demacrado, con los surcos que el sufrimiento estaba abriendo en su cara, recordó la imagen de las antiguas tablillas mesopotámicas de escritura cuneiforme. Su cara, como la de tantas otras, parece arcilla incisa por la pena.

Ahora sé cómo se desvanecen los rostros,
Cómo bajo los párpados anida el terror,
Cómo el dolor traza en las mejillas
Rudas páginas cuneiformes,
Cómo unos rizos cenicientos y negros
Se tornan plateados de repente,
La sonrisa se marchita en los labios dóciles
Y en una risa seca tiembla el pavor.
Y no sólo por mí rezo,
Sino por quienes permanecieron allí conmigo,
En el frío feroz y en el infierno de julio,
Bajo el muro rojo y ciego.

LOS ESCRIBAS EGIPCIOS


A través de Irene Vallejo, en su libro El infinito en un junco, podemos leer este curioso texto. Se trata de una antigua carta egipcia escrita por un maduro señor adinerado, Dua-Hety, y en ella lanza una reprimenda a su hijo Pepy por hacer el vago en la escuela de escribas que está costando a la familia un ojo de la cara:

"Aplícate a los libros. he visto al herrero en su trabajo. Sus dedos son como garras de cocodrilo. El barbero está afeitando hasta el final de la tarde y tiene que ir de calle en calle buscando a quién afeitar (...) El cortador de cañas ha de viajar al delta, después de hacer más de lo que sus brazos pueden hacer, los mosquitos lo han destrozado, y las moscas lo han matado. (...) Mira, no hay profesión que esté libre de director, excepto la de escriba. Él es el jefe. Si conoces la escritura, te irá mejor que en las profesiones de las que te he hablado. Únete a gentes distinguidas".

¿Os suena actual?

sábado, 13 de junio de 2020

LÍRICA LATINA: Sulpicia


En un momento de reivindicación del papel de las mujeres, nos sorprende echar la vista al pasado y descubrir que aún quedan algunos añicos de voces femeninas. 

SULPICIA fue una joven de familia acomodada que se atrevió a desafiar desde la literatura las rígidas leyes impuestas por el "paterfamilias", que promovían matrimonios basados meramente en razones políticas y económicas. A pesar de recibir una educación cimentada en la obediencia y el recato, donde la formación literaria era solo una inversión para que como madre instruyera a sus futuros hijos, Sulpicia escribió unos pocos poemas autobiográficos, sinceros versos de amor, y los únicos escritos por una mujer romana que han llegado hasta nosotros.

Esta forma de literatura de joven rebelde solo pudo sobrevivir hasta nuestra época a través de una curiosa casualidad: los versos no han llegado bajo su nombre, sino insertos entre los poemas atribuidos a un reconocido escritor de su círculo familiar, Tibulo (un involuntario pseudónimo masculino)

En cualquier caso, nunca es tarde para reivindicar el valor de sus versos. En este poema, por ejemplo, declara de forma pública, provocadora y desafiante, sus sentimientos hacia un joven que estaría fuera de la elección de su familia:

¡Al fin llegaste, Amor!
Llegaste con tal intensidad
que me causa más vergüenza 
negarte
que afirmarte. 

Cumplió con su palabra Amor, 
te acercó a mí.
Conmovido por mis cantos, 
te trajo Amor a mi regazo. 
Me alegra haber cometido esta falta.
Revelarlo y gritarlo.
No, no quiero confiar mi placer
a la estúpida intimidad de mis notas. 
Voy a desafiar la norma, 
me asquea fingir por el qué dirán. 
Fuimos la una digna del otro, 
que se diga eso. 
Y la que no tenga su historia
que cuente la mía. 

jueves, 11 de junio de 2020

CÁPSULAS LITERARIAS: 44 Escritores de la Literatura Universal

Finalizamos el curso, pero como os he dicho en los correos, espero que en la literatura encontréis siempre un espacio de esperanza, de encuentro personal y riqueza vital. Por eso, os invito a que sigáis paseándoos por este blog, porque los límites de la programación de una materia como la literatura no admite ese tipo de corsés. Aquí me gustaría que siguierais encontrando un punto de información, una pequeña guía para vuestras futuras lecturas, en forma de recomendaciones.

Por ejemplo, estos días estoy leyendo un libro muy curioso titulado 44 Escritores de la Literatura Universal


Su autor, Jesús Marchamalo, nos cuenta que su pretensión es mostrar algunas de las facetas más íntimas y curiosas de los grandes escritores de los últimos dos siglos, porque desde esos pequeños retazos biográficos sus obras se abren con una nueva dimensión. Por sus páginas encontramos las semblanzas de Charles Dickens, Kafka, Dostoyevski, Mark Twain, las hermanas Brontë..., y así hasta 44.
Precedidos de la reseña biográfica oficial y la nómina de sus obras, el autor realiza unos breves pero ingeniosos retratos (apenas dos páginas) llenos de ironía, fino humor, y mucha recreación literaria.  Seguro que algunos fragmentos aparecerán por este blog.


Cada semblanza viene además acompañada por los dibujos de Damián Flores, que recogen los rasgos más característicos de cada autor con una versión modernizada.

Os propongo un par de juegos: 

1. ¿Sabéis a quién pertenece este breve fragmento biográfico?

Trabajó media vida, de ocho a dos, en un despacho al que se llegaba por un pasillo umbrío lleno de archivadores, con olor a tabaco rancio, y a goma de pegar. Un opresivo universo de bandejas de baquelita, plumas fuente, sellos de caucho, informes, y un reloj que marcaba la frontera entre el mundo real, por las mañanas, y la literatura, por la noche, en su casa, con luz artificial. Folios y folios que destruía a menudo, o que escondía en el piano.
Tuvo (...) un padre omnipresente y burocrático. Un hombre de aspecto décimonónico, con bigote y anillo, con pinta de intendente o potentado, al que en una ocasión llevó uno de sus libros, recién salido de la imprenta. "Déjalo ahí, en la mesa", le dijo con desgana, incómodo porque le había interrumpido. 
Antes de morir dejó dicho que destruyeran todo cuanto había escrito. Que hicieran un montón de cuartillas y folios, y hojas sueltas de notas, y lo prendieran fuego. O eso entendió Max Brod, su amigo, que no le hizo ni caso. Así podemos leerlo ahora; lo desasosegante, lo indecible, esa obsesión tan suya, tan...k..."


2.  ¿A ver si reconocéis a algunos de estos rostros?






sábado, 6 de junio de 2020

LUNES, 8 DE JUNIO

¡Buenos días, chicos!

Bienvenidos a la última semana de este peculiar curso donde la realidad se ha impuesto a las versiones más inimaginables de ficción. Ha sido duro, pero aquí estamos. Hemos llegado quizá sin abordar todos los contenidos programados, pero con unas enseñanzas vitales que nos acompañarán para siempre.

EVALUACIÓN. Como sabéis, estamos inmersos en plena evaluación, ahora nos toca hacer balance. Por mi parte, puedo decir que estoy muy muy contenta con vosotros. Aunque no nos hayamos visto las caras, y nos haya faltado ese diálogo espontáneo sobre libros amparados en nuestra biblioteca, lo cierto es que habéis estado ahí muy presentes, trabajando, dando ánimos...
Como digo, ahora me toca a mí ir valorando todo ese esfuerzo. Durante esta semana os iré enviando a vuestro correo (estad atentos), un mensaje con la valoración personal de este tercer trimestre y del curso. Ya vamos hablando.

TAREA PARA ESTA SEMANA. En cuanto a las tareas para esta semana, son simplemente dos:
1. Si alguno tiene aún tareas pendientes, puede intentar ponerse al día entregando todo el trabajo.
En este enlace tenéis el calendario con las últimas tareas:

https://portfoliodeliteraturauniversal.blogspot.com/2020/05/calendario-de-tareas.html

2. Aún estáis a tiempo de realizar alguna actividad voluntaria para subida de nota (hasta el jueves). Las recomendaciones de libros y películas son las mismas, y hoy os propongo otra actividad:

ACTIVIDAD VOLUNTARIA. Como os vengo repitiendo, este curso quedará para siempre en nuestras memorias y me gustaría que en esta semana de hacer balances, os sentarais un ratito a meditar. Ya sé que habéis pasado mucho tiempo en casa en esta postura y ahora os apetece estirar las piernas, jeje, pero solo os pido un poquito más. Como sabéis, en el centro se publica todos los años por estas fechas la revista La barrica del Oleana. Este año, por la situación, la publicación no será en papel, pero sí tendremos una versión digital. Desde la asignatura de Literatura Universal siempre hemos colaborado con algún artículo en la revista, y pienso que precisamente este año, es hasta necesario. Los artículos que aquí se publican son de toda índole y cariz, pero, por guiarnos un poco, os propongo un tema:
El papel de los libros y la literatura en época de incertidumbre y confinamiento.

La consigna es que opinéis libremente sobre lo vivido (podéis hacer balance de cómo habéis vivido esta situación, qué libros os han ayudado en el confinamiento, qué enseñanzas habéis sacado...)
No obstante, a mí me gustaría aprovechar la ocasión para recomendaros un libro que me tiene fascinada en estos días. De entre mi lista de libros leídos durante la cuarentena (y no son ni mucho menos tantos como me gustaría, otro día os dejaré la lista) está este:




El infinito en un junco se trata, de hecho, de uno de los libros más vendidos durante el confinamiento. Es un recorrido por la historia del libro, desde el nacimiento de la escritura pasando por Grecia y Roma, pero con unas interpretaciones completamente actuales, con referencias a nuestra realidad más cercana, con películas y ejemplos de todos conocidos. Es más una novela que un ensayo, imprescindible para todos los que cursáis asignaturas de Humanidades... o no: es imprescindible para todos. 
Es un libro lleno de curiosidades (como veis en la foto, ya lo tengo lleno de marcas y anotaciones) sobre cómo la humanidad supo alcanzar a ver el valor de los libros y se aferró a su conservación. Hay capítulos desgarradores, como aquel en que nos habla de casos extremos de personas que sobrevivieron a los campos de concentración alemanes o a los gulags rusos gracias al poder inspirador de los libros:

"Todos ellos fueron como Sherezades, se salvaron gracias al poder de la imaginación y a la fe en las palabras. El propio Frankl escribiría después que, paradójicamente, soportaban mejor la vida en Auschwitz muchos intelectuales, pese a tener peor condición física, que otros presos más fornidos. (...) Los libros nos ayudan a sobrevivir en las grandes catástrofes históricas y en las pequeñas tragedias de nuestra vida. Como escribió Cheever, otro explorador del subsuelo oscuro: "No poseemos más conciencia que la literatura... La literatura ha sido la salvación de los condenados, ha inspirado y guiado a los amantes, vencido la desesperación, y tal vez en este caso puede salvar al mundo." 

Pero hoy quería acercaros este libro desde uno de los capítulos más personales. En él la autora, Irene Vallejo, nos hace unas desgarradoras confesiones sobre su infancia marcada por el bullying (una palabra que entonces no existía, y por ello, estos comportamientos permanecían en el silencio, ocultos bajo la expresión "es cosa de niños"). Perdonad, tal vez es un poco largo, pero es imprescindible para captar toda la esencia del texto:

Lo peor fue el silencio. Entonces no había una palabra para llamarlo. Podías decir: en clase se ríen de mí. O más dramática: en el colegio me pegan. Pero eso solo arañaba la superficie de la realidad. No necesitabas rayos X para ver formarse en la mente de los adultos un diagnóstico instantáneo: cosas de niños.
Era la revelación temprana de un mecanismo tribal, primitivo, predador. Me habían retirado la protección del grupo. Había una alambrada imaginaria y yo estaba fuera. Si alguien me insultaba o me tiraba de la silla a empujones, los demás le quitaban importancia. La agresión llegó a adquirir un aire rutinario, habitual, poco llamativo. No quiero decir que sucediera todos los días. A veces, sin saber por qué, se declaraban extraños periodos de calma, el cerrojo de la caja de los truenos permanecía cerrado durante semanas, la trayectoria de los balones en el recreo dejaba de apuntar hacia mí. Hasta que, de repente, la profesora reñía en clase a alguno de mis perseguidores, y al salir, entre la algarabía de niños impacientes por jugar, en los pasillos pintados de azul, me devolvían la humillación: empollona, hijaputa, ¿tú que miras?, ¿quieres cobrar? Y otra vez se abría la veda.
()
Mucha gente idealiza su infancia, la convierte en el territorio sobrevalorado de la inocencia perdida. Yo no tengo ningún recuerdo de esa presunta inocencia de los otros niños. Mi infancia es un extraño revoltijo de avidez y miedo, de debilidad y resistencia, de días tenebrosos y de alegrías eufóricas. Allí están los juegos, la curiosidad, las primeras amigas, el amor medular de mis padres. Y la humillación cotidiana. No sé cómo encajar esas dos partes fracturadas de mi experiencia. La memoria las ha archivado por separado.
Pero lo peor, insisto, fue el silencio. Acepté el código vigente entre los niños, acepté la mordaza. Todo el mundo sabe, desde los cuatro años, desde siempre, que chivarse está muy mal. El chivato es un cagón, un mal compañero, merece que le hostien. Lo que pasa en el patio se queda en el patio. A los adultos no se les cuenta nada –o si acaso solo lo mínimo imprescindible para que no se les ocurra intervenir-. Los rasguños me los hacía yo sola. Perdía las cosas que en realidad me habían robado y aparecían flotando en el agua amarillenta del fondo del váter. Interioricé que el único atisbo de dignidad a mi alcance consistía en resistir, en callarme, en no llorar ante los demás, en no pedir ayuda.
() Durante años me reconfortó no haber sido la chivata de la clase, la acusica, la cobarde. No haber caído tan bajo. Por autoestima mal entendida, por vergüenza, obedecía la norma: ciertas cosas no se cuentan. Querer ser escritora ha sido una tardía rebelión contra esa ley. Esas cosas que no se cuentan son precisamente las que es obligado contar. He decidido convertirme en esa chivata que tanto temí ser. La raíz de la escritura es muchas veces oscura. Esta es mi oscuridad. Ella alimenta esta libro, quizá todo lo que escribo.
Durante los años humillantes, además de mi familia, me ayudaron cuatro personas a las que nunca he visto: Robert Louis, Michael, Jack, Joseph. Más adelante descubriría que son más conocidos por sus apellidos: Stevenson, Ende, London y Conrad. Gracias a ellos aprendí que mi mundo es solo uno de los muchos mundos simultáneos que existen, incluidos los imaginarios. Gracias a ellos descubrí que podía almacenar fantasías acogedoras y guardarlas en mi habitación interior para buscar refugio cuando allá fuera arreciase el granizo. Esa revelación cambió mi vida.

Este es solo un ejemplo del poder de los libros. Espero que os animéis a escribir. Podéis mandarme los artículos primero a mí para pasarles el corrector o enviarlos directamente a labarricadeloleana@gmail.com


¡Buena semana a todos! Nos vemos por el correo.