martes, 30 de enero de 2018

LA ILUSTRACIÓN: Introducción.

La novela El perfume (1985), de Patrick Suskind, está ambientada en el siglo XVIII en Francia.


 Por si no la habéis leído o no conocéis la película homónima, vamos a leer un pequeño fragmento muy ilustrativo (aunque escrito desde la ironía) sobre las características de este siglo:

"En todos los terrenos se hacen preguntas, se escudriña, se investiga, se husmea y se experimenta. Ya no basta decir que una cosa existe y describirla; ahora todo tiene que probarse, y mejor si se hace con testigos, datos y algunos experimentos ridículos. Todos esos Diderot, D´Alambert, Voltaire y Rousseau, o como se llamen aquellos escritorzuelos -¡entre los cuales había incluso clérigos y caballeros nobles, por añadidura!- la han armado buena con sus pérfidas inquietudes.(...)
Dondequiera que uno dirige la mirada, reinaba el desenfreno. La gente leía libros, incluso las mujeres. (...) En los salones solo se hablaba de trayectorias de cometas y expediciones, del principio de la palanca y de Newton, de construcción de canales, circulación de la sangre y diámetro de la tierra.
Incluso el rey se dejó presentar un disparate ultramoderno, una especie de tormenta artificial llamada electricidad: en presencia de toda la corte, un hombre frotó una botella, haciendo surgir una chispa, y los rumores decían que el rey se mostró muy impresionado.
(....) Porque cuando sin la menor vergüenza ni inhibición se desafiaba la autoridad de la iglesia de Dios; cuando se hablaba sobre la monarquía, igualmente bendecida por Dios, y de la sagrada persona del rey como si fuesen ambos puestos variables en un catálogo de otras formas de gobierno que uno pudiera elegir a su capricho; cuando, finalmente, se llegaba tan lejos como para afirmar con toda seriedad que el Dios Todopoderoso, el Supremo Hacedor, no era imprescindible y el orden, la moral y la felicidad sobre la tierra podían existir sin Él, con la mera ayuda de la moralidad innata y la razón humana... ¡oh, Dios, Dios!... entonces no era de extrañar que todo se trastocara y las costumbres se deterioraran y la humanidad hiciera recaer sobre sí la justicia de Áquel de quien renegaba. 




La Ilustración es también el momento de la historia en que la humanidad crece a nivel intelectual. Como dijo  Kant “La Ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad”. También corresponde a Kant la difusión de la exhortación: “sapere aude!” (aunque en origen esta frase es de Horacio).


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