jueves, 25 de noviembre de 2021

TEATRO LATINO: Plauto y Terencio



Las obras teatrales de Plauto y Terencio son ya algo más que meras traducciones calcadas del griego.

En principio, se presentan como adaptaciones fieles de los originales helenísticos:
- Mantienen la trama: "chico consigue chica".
- Recogen personajes típicos:    
    1. Los simpáticos: la pareja de jóvenes enamorados, el esclavo astuto y embaucador que causa mil enredos (antecedente del gracioso del teatro clásico español).
    2. Los antipáticos: el anciano tacaño (viejo burlado), el soldado fanfarrón (miles gloriosus), el pedante...
- Se ambientan en la antigua Grecia.
- Se resuelven con un final feliz (los antipáticos acaban burlados o apaleados, como una crítica a las clases acomodadas). 
- Emplean técnicas dramáticas de humor como el equívoco (quid pro quo) donde un personaje se dirige a su interlocutor tomándolo por otro.

Pero en realidad son híbridos pensados para complacer al público ruidoso y festivo de Roma, que entre risas y bromas, empezaba a romper las resistencias conservadoras y a aceptar que la nueva sociedad romana era el primer ejemplo de globalización gracias a sus conquistas. Los autores teatrales dejaron un mensaje claro: "también lo que adoptamos de otras partes nos hace ser quienes somos."

Así también lo supieron ver autores posteriores que encontraron en las obras de Plauto y Terencio un modelo de inspiración: la Commedia dell'Arte, Fernando de Rojas en La Celestina, Lope de Vega en su Arte nuevo de hacer comedias, Shakespeare en La comedia de los errores, Leandro Fernández de Moratín con El sí de las niñas, Molière con su Avaro y tantos otros. 

Vamos a conocer el argumento y a leer un fragmento de la obra de Plauto, La olla (Aulularia)



ARGUMENTO: El viejo Euclión, un auténtico avaro, ha encontrado un tesoro y, por miedo a que se lo roben, lo ha escondido en una olla y se ha ido al mercado en busca de comida con que preparar el banquete de su hija Fedra con el anciano Megadoro. 

Euclión: (Solo.) Por fin me decidí hoy a hacer el esfuerzo de agasajarme con motivo de la boda de mi hija. Voy al mercado y pregunto el precio del pescado. Me lo dicen: está caro; la carne de cordero cara, la de buey cara, la de ternera, el atún, la del cerdo, todo está caro; y tanto más caro cuanto que yo no tenía un céntimo. Me voy de allí furioso porque no tenía con qué comprar. A todos esos asquerosos les he dado un buen chasco. Después, por el camino, me he puesto a pensar para mis adentros: «Si derrochas el dinero los días de fiesta, podría tocarte pasar privaciones los demás, a no ser que hayas ahorrado». Después de hacer estos razonamientos a mi estómago y a mi mente, mi voluntad se sumó a mi opinión de celebrar la boda de mi hija con el menor gasto posible. Solo he comprado este poco de incienso y estas coronas para ponérselas en el hogar a nuestro Lar para que bendiga la boda de mi hija. Pero ¿cómo es que estoy viendo la puerta de mi casa abierta? Y ¡vaya jaleo que hay dentro! Pobre de mí, ¿me estarán saqueando?

Congrión: (Desde el interior de la casa.) Ve a pedir, si es posible, una olla más grande a los vecinos: esta es pequeña y no tiene capacidad suficiente.

Euclión: ¡Ay de mí! Me están robando el oro, están buscando una olla. (Entra en casa.)

Congrión: ¡Socorro! ¡Pobre de mí, nos ha molido a palos a mí y a mis ayudantes! No he visto en ninguna parte repartir leña con tanta generosidad: ¡menuda ración de palos nos ha dado a mí y a estos antes de echarnos de casa!

Euclión: Vuelve. Te voy a denunciar a los triunviros.

Congrión: ¿Por qué motivo?

Euclión: Porque tienes un cuchillo.

Congrión: Es natural: soy un cocinero. Hemos venido a guisar para la boda. 


Tras esta escena de humor basado en el equívoco y el humor evidente, se producen una serie de lances combinando la avaricia de Euclión con una pequeña historia de amor: Fedra no quiere casarse con Megadoro, sino con el joven Licónides, sobrino de este. El público, claro, tomará partido a favor de uno de los pretendientes. La obra acaba desembocando en un final feliz: Megadoro renuncia a Fedra a favor de su sobrino, y este restituye a Euclión su preciada olla a cambio de la mano de Fedra. 

¿Os suena de algo este argumento?

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