Los humanistas del Renacimiento consideraban la Antigüedad como la Edad de Oro de la literatura.
Como ya hemos visto, hay tradiciones literarias más antiguas (la mesopotámica, la india…), pero es en la griega donde comienza nuestra cultura.
Por un lado, aún persisten los mitos y la literatura clásica y todos reconocemos historias como la de Troya y personajes como Edipo, Aquiles o Héctor. Además, a la literatura clásica le debemos el nacimiento de los 3 géneros literarios (narrativa o épica, lírica y teatro) tal y como los conocemos, frente a los anteriores textos con carácter religioso.
A partir de la literatura griega, la civilización romana, reconociendo su superioridad cultural, se encargaron de difundirla. Así lo cuenta Irene Vallejo en El infinito en un junco:
Los habitantes de cada región de una Europa obstaculizada por montañas, ríos, mares y fronteras lingüísticas habríamos ignorado los hallazgos ajenos, y nuestras limitaciones nos habrían aislado todavía más. Pero nuestro antiguo hábito de traducir (en la biblioteca de Alejandría, por ejemplo, se ideó el proyecto de contener todos los libros y traducirlos al griego) ha tendido puentes, ha amalgamado ideas, ha originado una conversación polifónica infinita, y nos ha protegido de los peores peligros de nuestro chovinismo aldeano.
Gracias a la Gran Biblioteca de Alejandría nos hemos vuelto extremadamente cosmopolitas, memoriosos... La Biblioteca inventó una patria de papel para los apátridas de todos los tiempos.
Los romanos, por ejemplo, admitieron con asombrosa humildad que la cultura griega era muy superior, y por ello se encargaron de traducirla, copiarla y difundirla. La pasión nostálgica, el doloroso complejo de los romanos, su soberanía militar, su envidia y sus apropiaciones son fenómenos fascinantes. Porque ese amor difícil, construido con deseo y furia, tejido de retales diversos, abrió paso al futuro que somos nosotros."
EL INFINITO EN UN JUNCO, Irene Vallejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario