En un momento de reivindicación del papel de las mujeres, nos sorprende echar la vista al pasado y descubrir que aún quedan algunos añicos de voces femeninas.
SULPICIA fue una joven de familia acomodada que se atrevió a desafiar desde la literatura las rígidas leyes impuestas por el "paterfamilias", que promovían matrimonios basados meramente en razones políticas y económicas. A pesar de recibir una educación cimentada en la obediencia y el recato, donde la formación literaria era solo una inversión para que como madre instruyera a sus futuros hijos, Sulpicia escribió unos pocos poemas autobiográficos, sinceros versos de amor, y los únicos escritos por una mujer romana que han llegado hasta nosotros.
Esta forma de literatura de joven rebelde solo pudo sobrevivir hasta nuestra época a través de una curiosa casualidad: los versos no han llegado bajo su nombre, sino insertos entre los poemas atribuidos a un reconocido escritor de su círculo familiar, Tibulo (un involuntario pseudónimo masculino)
En cualquier caso, nunca es tarde para reivindicar el valor de sus versos. En este poema, por ejemplo, declara de forma pública, provocadora y desafiante, sus sentimientos hacia un joven que estaría fuera de la elección de su familia:
¡Al fin llegaste, Amor!
Llegaste con tal intensidad
que me causa más vergüenza
negarte
que afirmarte.
Cumplió con su palabra Amor,
te acercó a mí.
Conmovido por mis cantos,
te trajo Amor a mi regazo.
Me alegra haber cometido esta falta.
Revelarlo y gritarlo.
No, no quiero confiar mi placer
a la estúpida intimidad de mis notas.
Voy a desafiar la norma,
me asquea fingir por el qué dirán.
Fuimos la una digna del otro,
que se diga eso.
Y la que no tenga su historia
que cuente la mía.
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